La adolescencia es una etapa de cambios por excelencia. Y vaya que estos cambios nos pueden alterar de tal manera que nos sentimos como si estuviéramos llegar al borde la locura. Todos tenemos que reconocer -algunos más que otros- que al sentirnos así también podemos hacer enloquecer (en sentido figurado, para que no se asusten) a quienes está a nuestro alrededor, sobre todo nuestros padres, con quienes discutimos mucho al pensar que no nos entienden.
Haciendo mea culpa, sé que más de una vez he hecho que mis papás necesiten tomar unas largas vacaciones de mí y mis problemas por el hecho querer que me comprendan a toda costa antes de ponerme en su lugar. Así como yo, un gran porcentaje de adolescentes creemos que somos el centro de atención y que al ser más vulnerables a lo que nos pasa los adultos de nuestro entorno están obligados a protegernos hasta cuando no hacemos las cosas bien.
Una cosa es que sean comprensibles nuestras acciones y otra muy distinta a que las debamos justificar. Así por ejemplo, el hecho de ser muy influenciables a lo que digan nuestros aparentes amigos nos puede llevar a hacer cosas que sabemos que están mal, aunque igual las llevamos a cabo para sentir que pertenecemos al grupo, así defraudemos la confianza de quien más se preocupan por nosotr@as.
Pero cuando estas actitudes se vuelven recurrentes e incluso las hacemos por nuestra propia cuenta sin sentir arrepentimiento por lo que acabamos de hacer, entonces quizá el problema no sean las llamadas malas compañías, sino uno o más aspectos no tan saludables de nuestra personalidad.
Dicho en palabras sencillas, la personalidad es el conjunto de características psicológicas que nos definen y diferencian del resto de personas. No obstante, hay ciertas coincidencias en las que nos podemos encontrar con otros y hacer crecer grandes amistades. Ahora que si consideramos que no encajamos de ninguna manera con ellos y tenemos actitudes que a nuestros propios ojos son extrañas, quizá presentemos algunas dificultades en este aspecto.
Más allá de sentirnos incomprendidos, el presentar problemas de personalidad implica la asistencia inmediata de un especialista para que nos de el tratamiento que mejor se ajuste a nuestro caso. Ojo que la terapia puede llegar a ser extensa (no se trata de curar un resfrío), pero finalmente habrá valido la pena por ayudarnos a superar/controlar esas cositas negativas que tanto nos incomodan y sin tener consecuencias nocivas a futuro.
El tener dificultad para reconocernos cuand nos vemos al espejo o cuando los demás hablan de nosotr@s, el sentir todo el tiempo que cuchichean de nosotr@s a nuestras espaldas y/o el ponernos muy irritables o tristes hasta por las cosas más pequeñas son solo algunos de los signos que nos indican que las cosas no van bien y es urgente buscar ayuda profesional. Recuerden que no hay que dejar para mañana lo que puede reconfortarnos hoy.
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